Murió Saúl por su rebelión con que prevaricó contra el Señor.
1 Crónicas 10:13Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor.
Apocalipsis 14:13
Se puede morir como el rey Saúl, en “su rebelión” o pecado. ¡Qué terrible perspectiva presentarse ante Dios con sus faltas! Todos nuestros actos y pensamientos saldrán a la luz ante el Dios santo: su justicia sólo podrá condenarnos. Para el que muere sin que sus pecados sean perdonados, la muerte es el principio de una eternidad de remordimientos y dolor, lejos de Dios para siempre (Mateo 22:13).
Pero también podemos morir “en el Señor” o “en la fe”, como dice la Biblia. Morir en el Señor significa morir con la seguridad de que estamos libres del juicio mencionado anteriormente. ¿Por qué? “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). El que cree esto puede estar seguro de que nunca será condenado, pues el Dios justo no puede castigar dos veces por la misma falta. Castigó a su Hijo en lugar de cada creyente, quien puede decir con felicidad: “Echaste tras tus espaldas todos mis pecados” (Isaías 38:17). Para el que tiene la vida eterna, la muerte es simplemente la puerta que se abre al paraíso.
Vale la pena reflexionar en estas dos maneras de morir, pues la elección debe hacerse mientras estemos en esta tierra. ¡No habrá una «segunda oportunidad»! “Si el árbol cayere al sur, o al norte, en el lugar que el árbol cayere, allí quedará” (Eclesiastés 11:3).
No piense que podrá esperar hasta el último minuto para ocuparse de este asunto, pues probablemente sea demasiado tarde. [Fuente]