El éxodo judío hacia su tierra que predicho en la Biblia que sucedería en los últimos tiempos de hecho está sucediendo frente a nuestros ojos, el creciente antisemitismo en el mundo impulsa a los judíos a volver a su tierra en grandes cantidades.
“Soy belga, soy judío: ¿debería irme del país?”
Un año después del ataque al Museo Judío, suena con fuerza la frase de una campaña: “Soy belga, soy judío: ¿debería irme?”. La comunidad se siente más amenazada y ha iniciado un exilio hacia Israel
El alcalde de la capital, Yvan Mayeur, declaró durante el acto de homenaje a las víctimas que “Bruselas es judía porque todos los judíos tienen cabida en Bruselas”, palabras de solidaridad con una comunidad que se siente más amenazada que nunca. Y que ha iniciado un largo exilio de no retorno hacia Israel. Las cifras son claras: el doble que hace 10 años, más de 250 personas en 2014.
“Somos como los canarios de las minas, que sienten la presencia del gas grisú”, declara a El Confidencial Maurice Sosnowski, del Comité de Organizaciones Judías de Bélgica, el CCOJB. Una minoría en alerta que denuncia el auge del antisemitismo y que, pese al apoyo político, critica la dejadez de las autoridades para frenar este creciente éxodo.
¡El año que viene en Jerusalén!
El periodista austrohúngaro Theodor Herzl expresaba a finales del siglo XIX este deseo. En su libro El Estado judío, lanzamiento del movimiento sionista, escribía: “Los judíos no han cesado de soñar, a través de la noche de su historia, este sueño real: ‘¡El año que viene en Jerusalén!’. Es nuestra antigua frase”. La que cada vez más judíos belgas ponen en práctica.
Hasta 260 en 2014 y un número similar en 2013. Son cien más que en 2012, reflejo del temor e incertidumbre con los que viven, que suponen cifras el doble de altas que hace una década. El Gobierno israelí de Benjamin Netanyahu les ayuda a que emprendan este viaje hacia la orilla oriental del Mediterráneo, la ‘Aliyá’, con una partida presupuestaria de 35 millones de dólares para ayudar a los exiliados voluntarios de Bélgica, Francia o Ucrania.
Pese a los recursos que Tel Aviv dispone para los judíos de la diáspora, los problemas económicos lógicos de esta huida son inevitables más allá de buscar un trabajo y crear un nuevo hogar en el país de acogida. “Anteriormente, los judíos ahorraban parte del dinero en previsión de una salida precipitada. Hoy en día, compran su casa o pagan las facturas mensuales como todos”, explica Sara Brajbart-Zajtman, cofundadora de Dialogue et Partage, para ejemplificar el problema económico que deben afrontar.
Se suceden, lenta pero inexorablemente, las familias que abandonan Bélgica, como reconocía ante la prensa Joel Rubinfeld. El presidente de la Liga Belga contra el Antisemitismo, que ya había denunciado para El Confidencial los ataques que sufre a diario su comunidad, asegura conocer a tres familias que este verano partirán para Israel. No es de extrañar que en marzo se celebrase por primera vez en Bruselas el Salón del Aliyá. [Fuente]