En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. [Juan 7:37]
El que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente. [Apocalipsis 22:17]
La similitud entre estos dos versículos de la Biblia es sorprendente, sin embargo fueron escritos en dos contextos muy diferentes.
La primera vez que Jesús lanzó este enérgico llamado fue en Jerusalén. Los dirigentes de la ciudad decidieron detenerlo, pues su mensaje les molestaba, pero él no se escondió y aprovechó el último día de la fiesta, día de mayor afluencia, para interpelar a sus oyentes. Aunque era día de fiesta, sabía que muchos entre la multitud estaban cansados, tristes, y aspiraban a una vida mejor. Se dirigió a ellos y los invitó a reconocer que él era efectivamente el enviado de Dios, a creer en él y a aferrarse a su gracia. Pero la mayoría lo rechazó y, días más tarde, su odio los llevaría a crucificar a Jesús.
¿Todo estaba perdido para el hombre? ¿Había agotado la paciencia de Dios? No, pues en la última página de la Biblia el mismo Jesús resucitado, desde la gloria, lanza todavía un último llamado. ¡La maldad del hombre no venció el amor de Dios! Jesús continúa proponiendo a los pecadores esta agua que quita la sed para siempre y que cambia la vida de aquellos que la aceptan.
Usted que lee estas líneas, todavía está oyendo esta voz que le invita a ir a él. Dios lo ama, conoce su hastío, sus remordimientos y decepciones… ¡Él quiere llenar su corazón! Deje caer las barreras que hasta ahora le han impedido ir a él. Ponga todo a la luz de Dios, y recibirá esta convicción íntima que Él le ama personalmente.
Números 12 – 1 Juan 2:1-17 – Salmo 78:9-20 – Proverbios 18:11-12
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