«Se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. Y él (Jesús) estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza.» Marcos 4:37-39
Una noche, Jesús y sus discípulos atravesaban el mar de Galilea. El comienzo de la travesía fue tranquilo. “Mientras navegaban, él (Jesús) se durmió” (Lucas 8:23). Cansado, el Señor se durmió en la barca, navegando sobre ese mar que había creado. ¡Escena conmovedora que refleja perfectamente su humanidad!
Pero de repente se levantó una tempestad. Las olas eran tan grandes que el agua empezaba a inundar la barca, y los discípulos estaban alarmados. ¿Qué hizo Jesús? ¿También se alarmó? No… seguía durmiendo. El evangelio de Marcos añade este maravilloso detalle: “Y él (Jesús) estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal” (una almohada). Esta frase evoca la confianza que siempre tenía en su Padre. La Palabra de Dios subraya, mediante estas escenas de la vida de nuestro Señor en la tierra, su perfecta humanidad unida a su divinidad todopoderosa.
Los discípulos lo despertaron y le reprocharon su sueño apacible en medio de semejante tormenta. “¿No tienes cuidado que perecemos?”, le dijeron. Entonces Jesús se levantó, y con la autoridad del Dios creador, hizo callar el mar agitado para tranquilizar a sus discípulos.
Amigos creyentes, siguiendo el ejemplo de Jesús, aprendamos a confiar en Dios, y él nos dará tranquilidad en medio de nuestros miedos.
Lectura: Levítico 25:1-28 – Efesios 4:1-16 – Salmo 71:7-11 – Proverbios 17:11-12
Fuente: La Buena Semilla