¿Tiene Pedro las llaves de la Iglesia?

Jesús le dijo a Pedro: «Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.» Mt 16:19.

Estas no son las llaves de la Iglesia sino del reino de los cielos en el sentido del cap. 13 de Mateo, la esfera de la profesión cristiana. La llave es símbolo de poder o autoridad: «Y pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; y abrirá, y nadie cerrará; cerrará, y nadie abrirá.» Is. 22:22«Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre» Ap. 3:7.

La historia apostólica explica y limita este encargo, ya que fue Pedro quien abrió la puerta de la oportunidad cristiana a Israel en el día de Pentecostés, leemos en Hch. 2:38-42:

«Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación. Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.»

Y a los gentiles en la casa de Cornelio, Hch. 10:34-38:

«Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia.

Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos.

Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.»

Pedro no alegó ninguna otra autoridad:

«Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen.

Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones.

Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?

Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos.» Hch. 15:7-11.

En el concilio Jacobo parece haber sido quien presidió, «Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios,» Hch. 15:19.

Veamos qué dice Gá. 2:11-14: «Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar.

Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión.

Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos.

Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?»

Pedro no se atribuyó otra cosa que el don de apóstol: «Pedro, apóstol de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia,» 1 P. 1:1 y la función de anciano: «Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada:» 1 P. 5:1.

El poder de atar y desatar era compartido con los apóstoles: «De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.» (Mt. 18:18) y los otros creyentes: «Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.

A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos.» Jn. 20:22-23.

En Hch. 10:43 vemos un ejemplo de la manera en que Pedro usaba esta autoridad en lo que se refiere al perdón de pecados (Jn. 20:23). Véase también la forma en que la usa Pedro en Hch. 13:38- 39.

«De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.» Hch. 10:43.

«A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos.» Jn. 20:23.

«Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree.» Hch. 13:38- 39.

Solo el Señor Jesucristo tiene las llaves de la muerte y del lugar en que están los espíritus que han partido de este mundo: «y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.» Ap. 1:18.

Comentario por el Dr. C. I. Scofield

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