A través del N.T. a Cristo se lo presenta como el Juez de la humanidad: Él mismo lo declara: «Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió. Y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre. No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre.» Jn. 5:22- 23,27,30.
Esto se vuelve a enfatizar en la predicación de la iglesia apostólica, por parte de Pedro: «Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos.» Hch. 10:42, y de Pablo en su discurso a los atenienses: «por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.» Hch. 17:31; «en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.» Ro. 2:16.
Cristo también será el Juez de los creyentes — juez de sus obras, no de su salvación: «Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.» Ro. 14:10; «Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.» 2 Co. 5:10.
El factor de control en el juicio será la justicia, un tema que comienza en Gn. 18:25, «Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío, y que sea el justo tratado como el impío; nunca tal hagas. El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?» y continúa a través de las Escrituras hasta Ap. 19:11, «Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea.». (comp. Sal. 9:8; 50:6; etc.).
Comentario por el Dr. C. I. Scofield