Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, muchos líderes mundiales apoyaron el surgimiento del globalismo. Lo idealizaron como el orden mundial de posguerra. Sin embargo, a medida que los estados se hicieron más interdependientes y compartieron el poder político a través de las burocracias internacionales.
Uno puede ver la tensión entre globalismo y nacionalismo presagiada en varias partes de la Biblia. En particular, la Torre de Babel (Génesis 10-11). Aquí fue el primer intento fallido de imponer una ortodoxia mundial del habla y el pensamiento. Nimrod (Génesis 10:8) es identificado por los comentaristas bíblicos como la fuerza principal detrás de la construcción de la Torre. Intentó imponer un patrón político y cultural uniforme en lugar de la estructura existente en ese momento. Esta uniformidad sería independiente del plan de creación de Dios y los valores morales establecidos por Dios.

Encontramos muchos paralelos entre los movimientos populistas de nacionalismo de hoy y el apoyo bíblico a los estados-naciones independientes.
El Señor ama la verdadera diversidad
Dios reprendió estos esfuerzos de Nimrod y sus seguidores. Esparció a toda su generación. Antes de la acción de Dios, «tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras» Génesis 11:1.
El Señor alentó la expresión individual y la diversidad. De hecho, Dios dividió a la población en 70 naciones separadas con idiomas distintos. Aquellos que buscan recuperar el régimen de Nimrod hoy usan métodos que nos recuerdan a él. El dogma de la corrección política se impone a quienes disienten. Una ideología global única y uniforme se sostiene como la única legítima a nivel mundial. [Fuente]
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