El capítulo 24 de San Mateo, junto con Lc. 21:20-24, contesta la doble pregunta. El orden es el siguiente: “¿Cuándo serán estas cosas?” —e.d. la destrucción del Templo y de la ciudad. La respuesta está en Lc. 21:20,24:
«Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado. Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella.
Porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! porque habrá gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo.
Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan.»
El resto de Mt 24:3 en realidad es una sola pregunta: “¿Qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” La respuesta está en los vv. 4-33.
Los vv. 4-14 tienen una interpretación doble: Muestran (1) las características de la época —guerras, conflictos a nivel internacional, hambres, pestilencias, persecuciones y falsos Cristos (comp. Dn. 9:26: «Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones.»). Esta no es la descripción de un mundo convertido. Pero (2) la misma respuesta se aplica de manera específica al final de la era, e.d. la semana setenta de Daniel (Dn. 9:24: «Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos.»).
Todo lo que ha caracterizado a esta era se intensifica notablemente al final.
El v. 14 es una referencia específica a la proclamación de las buenas nuevas de que el reino nuevamente “se ha acercado”:
«Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.» Ap. 14:6-7.
«Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia.» Ro. 11:5.
El v. 15 ofrece la señal de la abominación (Dn. 9:24) —el hombre de pecado, la bestia:
«Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.
¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto? Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste.
Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio.
Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida.» 2Ts. 2:3-8.
Comparar 2Ts. 2:3-8 con Dn. 9:27; 12:11 «Y desde el tiempo que sea quitado el continuo sacrificio hasta la abominación desoladora, habrá mil doscientos noventa días.»; Ap. 13:4-7: «y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?
También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses. Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo. Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación.».
Esto es la introducción a la gran tribulación (Sal. 2:5: «Luego hablará a ellos en su furor,
Y los turbará con su ira»; Ap. 7:14: «Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.»😉 que completa su espantoso curso de tres años y medio y culmina en la batalla de Ap. 19:19-21, momento en que Cristo se convierte en la Piedra destructora de Dn. 2:34.:
«Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército.
Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre.
Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos.»
«Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó.»
Los detalles de este período (vv. 15-28) son:
(1) la abominación en el lugar santo (v. 15), haciendo que cese el sacrificio;
(2) la advertencia (vv. 16-20) a los judíos creyentes que entonces estarán en Judea;
(3) la gran tribulación, con advertencia repetida en cuanto a los falsos Cristos (vv. 21-26);
(4) la destrucción repentina del poder mundial gentil (vv. 27-28);
(5) la gloriosa aparición del Señor, visible a todas las naciones, y el recogimiento de Israel (vv. 29-31);
(6) la señal de la higuera (vv. 32-33);
y (7) advertencias, aplicables a la era presente sobre la que estos eventos siempre son inminentes (vv. 34-51); comp. Fil. 4:5.
Un cuidadoso estudio de Dn. 2; 7; 9; y Ap. 13 hará que la interpretación sea clara.
Comentario por el Dr. C. I. Scofield