Debemos cultivar raíces espirituales profundas.
“Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.” (Jeremías 17: 7–8) Esta Escritura nos da una razón por la que necesitamos raíces espirituales profundas: para superar los tiempos difíciles, tiempos de calor y sequía.
Salomón dijo: «El hombre no se afirmará por medio de la impiedad; Mas la raíz de los justos no será removida.» (Proverbios 12:3) Es cuando las temporadas de adversidad golpean nuestra vida que descubrimos en qué estamos ‘arraigados’: la fuerza de Dios o simplemente la nuestra.
Cuando la Biblia habla de «calor», se refiere a las presiones de la vida. Cuando habla de «sequía», habla de temporadas de crisis y escasez. ¿Cuál es la respuesta? «Raíces que se adentran profundamente en el agua». Cual es el resultado? «Nunca dejan de producir frutos».
Debido a sus raíces, las secuoyas gigantes del norte de California pueden resistir los principales incendios forestales. Si tuviéramos que medir las raíces de un roble grande, sumarían varios cientos de kilómetros. Por eso son estables en las tormentas de la vida. Pablo escribe esto: «…para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.» (Efesios 3:16-19).
Extracto de The Word for Today