La designación de la administración Trump del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (IRGC) como una “organización terrorista extranjera” es parte de una estrategia multifacética para contener el creciente poder de Teherán en el Medio Oriente. Establecido en 1979 para proteger al régimen islámico de las amenazas internas, el IRGC se ha convertido en una fuerza de élite que ejerce una gran influencia militar, económica y política en Irán y en toda la región.
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Jurado por la destrucción de Israel, es el principal instrumento de Irán para exportar la ideología de la Revolución Islámica en todo el mundo. En 1989, el IRGC estableció la Fuerza Quds, una unidad de fuerzas especiales que realiza misiones encubiertas fuera de Irán y proporciona capacitación, financiación y armas a grupos terroristas en muchos países, incluido Hezbollah en el Líbano; Hamas y la Yihad Islámica Palestina en la Franja de Gaza y Cisjordania; Insurgentes hutíes en Yemen; y milicias chiítas en Afganistán, Irak y Siria.
Las numerosas intervenciones extranjeras de Irán han fortalecido el llamado eje de resistencia, una alianza antiisraelí liderada por Irán. En Líbano, por ejemplo, el IRGC ha convertido a Hezbolá en el actor no estatal más fuertemente armado del mundo, con grandes cantidades de misiles y cohetes colocados contra Israel. En Siria, el IRGC trabaja para establecer una presencia militar permanente destinada a “liberar” los Altos del Golán del control israelí.
“El objetivo final es, en el caso de otra guerra, hacer de Siria un nuevo frente entre Israel, Hezbolá e Irán”, dijo el analista de Irán Amir Toumaj. “Lo están haciendo no solo un objetivo, sino una realidad”.
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