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El Reino Milenial: (e) El lugar especial de Israel en el gobierno del milenio

Ver cuarta parte: El Reino Milenial: (d) Características principales del gobierno del milenio

Durante el periodo del reino milenial Israel gozará de un lugar de privilegio y de bendición especial. En contraste con la edad actual de la iglesia, en que judíos y gentiles están en un mismo plano y tienen los mismos privilegios, el pueblo de Israel en el milenio heredará la tierra prometida y será objeto del favor especial de Dios. Será el tiempo de la reunión de Israel, su restablecimiento como nación y la renovación del reino davídico. Al fin Israel poseerá la tierra permanentemente y en forma completa.

Ver: PACTOS BÍBLICOS: (7) EL DAVÍDICO

Muchos pasajes tratan de este asunto. En el milenio los israelitas serán reunidos y restaurados a su antigua tierra (Jer. 30:3; 31:8-9; Ez. 39:25-29; Am. 9:11-15). Habiendo sido conducidos de regreso a su tierra, Israel estará formado por los súbditos del reino davídico revivido (Is. 9:6-7; 33:17; 22; 44:6; Jer. 23:5; Dn. 4:3; 7:14, 22, 27; Mi. 4:2-3,7). Los reinos divididos de Israel y Judá volverán a unirse nuevamente (Jer. 3:18; 33:14; Ez. 20:40; 37:15-22; 39:25; Os. 1:11).

Israel, como la esposa de Jehová (Is. 54; 62:2-5; Os. 2:14-23), estará en una posición de privilegio sobre los creyentes gentiles (Is. 14:1-2; 49:22, 23; 60:14-17; 61:6-7). Muchos pasajes también hablan del hecho de que Israel revivirá espiritualmente (Os. 2:3; 44:22-24; 45:17; Jer. 23:3-6; 50:20; Ez. 36:25-26; Zac.13:9; Mal. 3:2-3). Muchos otros pasajes dan información adicional acerca del estado bienaventurado de Israel, su avivamiento espiritual y su goce de la comunión con su Dios.

Aunque los gentiles no tendrán título en la tierra prometida, también tendrán bendiciones abundantes, como se puede deducir de varios pasajes del Antiguo Testamento (Is. 2:2-4; 19:24-25; 49:6, 22; 60:1-3; 62:2; 66:18-19; Jer. 3:17; 16:19). La gloria del reino para Israel y para los gentiles sobrepasará en mucho cualquier cosa que el mundo haya experimentado antes.

Grandes Temas Bíblicos.

Pactos bíblicos: (8) el Nuevo Pacto

«Porque reprendiéndolos dice:
    He aquí vienen días, dice el Señor,
    En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto;» (Hebreos 8:8)

El Nuevo Pacto, el último de los ocho grandes pactos de la Escritura, es
(1) mejor (comp. 8:6) que el Pacto Mosaico (Ex. 19:5, ver), no moralmente sino en cuanto a su eficacia (He. 7:19; comp. Ro. 8:3-4).
(2) Está fundamentado en promesas mejores (e.d. incondicionales). En el Pacto Mosaico Dios dijo: “si… guardareis” (Ex. 19:5); en el Nuevo Pacto El no pone condiciones (He. 8:10,12).
(3) Bajo el Pacto Mosaico la obediencia nacía del temor (2:2; 12:25-27); bajo el Nuevo Pacto la obediencia es producto de un corazón y una mente dispuestos (8:10).
(4) El Nuevo Pacto asegura la revelación personal del Señor a todo creyente (v. 11).
(5) Asegura completo perdón de pecados (v. 12; 10:17; comp. 10:3).
(6) Se basa en una redención que ha sido conseguida (Mt. 26:27-28; 1 Co. 11:25; He. 9:11— 12:18-23). Recuérdese que en el N.T. la palabra griega diatheke se traduce “testamento” y asimismo “pacto”.
(7) Asegura la perpetuidad, conversión futura y bendición de una Israel arrepentida, con quien el Nuevo Pacto aun debe ser ratificado (10:9; comp. Jer. 31:31-40 y 2 S. 7:8-17).

Los ocho pactos, resumen:

(1) El Pacto Edénico (Gn. 2:16, VER) condiciona la vida del hombre en la inocencia.
(2) El Pacto Adánico (Gn. 3:14, VER) condiciona la vida de los hombres caídos y promete un Redentor.
(3) El Pacto Noeico (Gn. 9:16, VER) establece un principio: la vida en la tierra es vida bajo gobierno humano.
(4) El Pacto Abrahámico (Gn. 12:2, VER) funda la nación de Israel y confirma, con adiciones específicas, la promesa de redención hecha a Adán.
(5) El Pacto Mosaico (Ex. 19:5, VER) condena a todos los hombres, “por cuanto todos pecaron” (Ro. 3:23; 5:12).
(6) El Pacto Israelí (Dt. 30:3, VER) asegura la restauración final y la conversión de Israel.
(7) El Pacto Davídico (2 S. 7:16, VER) establece la perpetuidad de la familia davídica (cumplido en Cristo, Mt. 1:1; Lc. 1:31-33; Ro. 1:3) y del reino davídico sobre Israel y sobre toda la tierra, que será cumplido en y por Cristo (2 S. 7:8-17; Zac. 12:8; Lc. 1:31-33; Hch. 15:14-18; 1 Co. 15:24).
(8) El Nuevo Pacto (He. 8:8) se basa en el sacrificio de Cristo y asegura la bendición eterna de todos los que creen, bendición prometida por el Pacto Abrahámico (Gá. 3:13-29). Es absolutamente incondicional, y en vista de que no consigna responsabilidades al hombre, es terminante e irreversible. Seguir leyendo Pactos bíblicos: (8) el Nuevo Pacto

Pactos bíblicos: (7) el Davídico

«Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente.» 2 Samuel 7:16

El Pacto Davídico (vv. 8-17) sobre el cual se fundaría el futuro reino de Cristo, “del linaje de David según la carne” (Ro. 13), proveía para David:

(1) la promesa de posteridad en la casa de David;
(2) un trono simbólico de autoridad real;
(3) un reino o gobierno sobre la tierra;
y (4) la certeza del cumplimiento, porque las promesas a David hablaban de un trono que será “estable perpetuamente».

Salomón, cuyo nacimiento predijo Dios (v. 12), no recibió la promesa de descendencia perpetua, pero sólo la seguridad de que
(1) edificaría casa al nombre de Jehová (v. 13);
(2) su reino será establecido (v. 12);
(3) su trono — su autoridad de rey— será perpetuo;
y (4) si Salomón pecaba, sería castigado pero no depuesto.

La continuación del trono de Salomón, pero no así de su descendencia, demuestra la exactitud de la predicción. Israel tuvo nueve dinastías; Judá tuvo una.

Cristo nació de María, que no era del linaje de Salomón (Jer. 22:28-30); El fue descendiente de Natán, otro hijo de David (comp,  Lc. 3:23-31; y Lc. 3:23). José, el esposo de María, era descendiente de Salomón y a través de él el trono legalmente pasa a Cristo (comp. Mt 1:6,16). De esta manera el trono, pero no la simiente, provino a través de Salomón, lo cual constituye el cumplimiento preciso de la promesa de Jehová a David. Seguir leyendo Pactos bíblicos: (7) el Davídico

Pactos bíblicos: (6) el Israelí

«Entonces Jehová hará volver a tus cautivos, y tendrá misericordia de ti, y volverá a recogerte de entre todos los pueblos adonde te hubiere esparcido Jehová tu Dios.» Deuteronomio 30:3

El Pacto Israelí señala las condiciones bajo las cuales Israel entraba en la tierra prometida.

Es importante observar que la nación hasta ese momento no ha tomado la tierra bajo el Pacto Abrahámico que era incondicional (véase Gn. 12:2), ni tampoco ha poseído toda la tierra (Comp. Gn. 15:18 con Nm. 34:1-12).

El Pacto Israelí consta de siete partes:
(1) dispersión por la desobediencia, v. 1 (Dt 28:63-68; Gn. 15:18);
(2) futuro arrepentimiento de Israel durante la dispersión, v. 2;
(3) regreso del Señor, v. 3 (Am. 9:9-15; Hch. 15:14-17);
(4) restauración a la tierra prometida, v. 5 (Is. 11:11-12; Jer. 23:3-8; Ez. 37:21-25);
(5) conversión a nivel nacional, v. 6 (Os. 2:14-16; Ro. 11:26-27);
(6) juicio de los opresores de Israel, v. 7 (Is. 14:1-2; Jl. 3:1-8; Mt 25:31-46);
y (7) prosperidad nacional, v. 9 (Am. 9:11-15).

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Comentario por el Dr. C. I. Scofield

Pactos bíblicos: (5) el Mosaico

«Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra.» Éxodo 19:5

El Pacto Mosaico, dado a Israel de acuerdo a tres divisiones, cada una esencial para las otras, las tres parte integral del Pacto:

  • Los mandamientos, que expresan la justa voluntad de Dios (Ex. 20:1-26);
  • Las sentencias, que rigen la vida social de Israel (Ex. 21:1-24:11);
  • Y las ordenanzas, que rigen la vida religiosa de Israel (Ex. 24:12-31:18).

Estos tres elementos conforman “la ley”, tal como se usa la expresión en el N.T. (p. ej. Mt 5:17,18). Los mandamientos y las ordenanzas formaban un sistema religioso. Los mandamientos eran un “ministerio de condenación” y un “ministerio de muerte” (2 Co. 3:7-9); las ordenanzas proporcionaban, en la persona del sumo sacerdote, un representante del pueblo ante Jehová; y en los sacrificios algo que cubriera (Lv. 16:6) los pecados en anticipación a la cruz (He. 5:1-3; 9:6-9; comp. Ro. 3:25-26).

El cristiano no está bajo la ley, el Pacto Mosaico de las obras, que está sujeto a condiciones. El cristiano está bajo el Nuevo Pacto de la gracia, que es incondicional (Ro. 3:21- 27; 6:14-15; Gá. 2:16; 3:10-14,16-18,24-26; 4:21-31; He. 10:11-17). La ley no cambió las provisiones del Pacto Abrahámico sino que fue algo agregado sólo por un tiempo limitado —hasta que llegara la Simiente (Gá. 13:17-19).

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Comentario por el Dr. C. I. Scofield

Pactos bíblicos: (4) el Abrahámico

«Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.» Génesis 12:2.

El Pacto Abrahámico en su constitución (Gn. 12:1-4) y confirmación (Gn. 13:14-17; 15:1-7,18-21; 17:1-8) tiene tres aspectos:

(1) La promesa de una gran nación:
“Haré de ti una nación grande”
(Gn. 12:2). Esta era una referencia primordial a Israel, los descendientes de Jacob, a quienes se promete posesión perpetua de la tierra (Gn. 17:8), con quienes se hace el pacto eterno (Gn. 17:7), y a quienes Dios dijo: “y seré el Dios de ellos” (Gn. 17:8). La promesa a Abraham también fue que él seria padre de otras naciones (comp. Gn. 17:6,20), cumplido principalmente a través de Ismael y Esaú.

(2) Abraham recibe cuatro promesas personales:
(a) Ser padre de numerosos descendientes (Gn. 17:16).
(b) Recibir bendición personal, “te bendeciré”, cumplido de dos maneras: temporalmente (Gn. 13:14-15,17; 15:18; 24:34- 35); y espiritualmente (Gn. 15:6; Jn. 8:56).
(c) Recibir honor en lo personal, “engrandeceré tu nombre” (Gn. 12:2), cumplido en el reconocimiento de todos los que honran la Biblia.
Y (d) ser el canal de bendición, “y serás bendición” (Gn. 12:2): cumplido en bendiciones a otros a través de su simiente Israel, que se convirtió en instrumento de revelación divina; a través de Abraham como un ejemplo de fe piadosa (Ro. 4:1-22); y preeminentemente a través de Cristo, simiente de Abraham (Ga. 3:16). Seguir leyendo Pactos bíblicos: (4) el Abrahámico

Pactos bíblicos: (3) el Noeico

«Estará el arco en las nubes, y lo veré, y me acordaré del pacto perpetuo entre Dios y todo ser viviente, con toda carne que hay sobre la tierra» Génesis 9:16.

El Pacto Noeico reafirma las condiciones de vida para el hombre caído tal como se anunciaron en el Pacto Adánico, e instituye el principio del gobierno humano para refrenar el pecado ya que se habla eliminado la amenaza del juicio divino en la forma de otro diluvio. Los elementos del pacto son:

(1) El hombre es responsable de proteger la santidad de la vida humana por medio de gobierno disciplinado para con los hombres, llegando aún hasta la pena capital (Gn. 9:5-6; comp. Ro. 13:17).

(2) No hay maldición adicional sobre la tierra, ni tampoco el hombre debe temer otro diluvio universal (Gn. 8:21; 9:11-16).

(3) Se confirma el orden de la naturaleza (Gn. 8:22; 9:2). Seguir leyendo Pactos bíblicos: (3) el Noeico

Pactos bíblicos: (2) el Adánico

«Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida.» Génesis 3:14

El Pacto Adánico condiciona la vida del hombre caído. Dichas condiciones deben permanecer hasta que, en la época del reino, “la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios» (Ro. 8:21). Los elementos del pacto son:

(1) La serpiente, instrumento de Satanás, recibe maldición (v. 14; Ro. 16:20; 2 Co. 11:3,14; Ap. 12:9) y se convierte en la advertencia gráfica de Dios en la naturaleza con respecto a los efectos del pecado —de ser la más hermosa y perspicaz de las criaturas a ser un reptil repulsivo. El más profundo misterio de la cruz de Cristo está sorprendentemente ilustrado en la serpiente de bronce, un tipo de Cristo “hecho pecado por nosotros” al cargar con el juicio que merecíamos (Nm. 21:5-9; Jn. 3:14-15; 2 Co. 5:21).

(2) La primera promesa de un Redentor (v. 15). Aquí comienza la senda genealógica de la Simiente:
Abel, Set, Noé (Gn. 6:8-10), Sem (Gn. 9:26-27), Abraham (Gn. 12:1-4), Isaac (Gn. 17:19-21), Jacob (Gn. 28:10-14), Judá (Gn. 49:10), David (2 S. 7:5-17), Emanuel-Cristo (Is. 7:10-14; Mt. 1:1,20-23; Jn. 12:31-33; 1 Jn. 3:8).

(3) La modificación de la condición de la mujer (v. 16) en tres aspectos particulares: (a) concepción multiplicada; (b) dolores en la maternidad; (c) liderazgo del hombre (comp. Gn. 1:26-27). El desorden que genera el pecado hace necesaria una cabeza, posición que se le confiere al hombre (Ef. 5:22-25; 1 Co. 11:7-9; 1 Ti. 2:11-14).

(4) La ocupación liviana del Edén (Gn. 2:15) se transforma en labor pesada (3:18—19) como consecuencia de la maldición sobre la tierra (3:17).

(5) El inevitable dolor de la vida (v. 17).

(6) La brevedad de la vida y la trágica certidumbre de la muerte física de Adán y todos sus descendientes (v. 19; Ro. 5:12-21). No obstante, la maldición sobre el suelo es para el bien del hombre. No es bueno que el hombre viva sin trabajar.

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Comentario por el Dr. C. I. Scofield

Pactos bíblicos: ¿Qué y cuáles son?

Un pacto es un pronunciamiento soberano de Dios por el cual Él establece una relación de responsabilidad:
(1) entre Él mismo y un individuo (p. ej. Adán en el Pacto Edénico, Gn. 2:16ss.),
(2) entre Él y la humanidad en general (p. ej. en la promesa del Pacto Noeico de que nunca más destruiría toda carne con un diluvio, Gn. 9:9ss.),
(3) entre Él y una nación (p. ej. Israel en el Pacto Mosaico, Ex. 19:3ss.), o
(4) entre Él y una familia específica (p. ej. la casa de David en la promesa de un linaje real a perpetuidad a través del Pacto Davídico, 2 S. 7:16ss.).

Un pacto de una categoría puede superponerse con otros; p. ej. el Pacto Davídico, donde a una casa real que permanecería se le promete la bendición máxima, y la promesa no es sólo a David sino también a todo el mundo en el reinado de Jesucristo.

Los pactos por lo general son incondicionales en el sentido de que Dios, por gracia y por la irrestricta declaración de que hará algo, se obliga a consumar ciertos propósitos anunciados, a pesar de los fracasos por parte de la persona o pueblo con quien está haciendo el pacto. La respuesta humana al propósito divinamente anunciado siempre es importante, ya que conduce a la bendición por la obediencia y a la disciplina por la desobediencia. Pero por la falla humana nunca se habrá de abrogar el pacto ni bloquear su cumplimiento.

En el caso del Pacto Mosaico, el cumplimiento de todas las promesas fue condicional a la obediencia de Israel, como esta implícito en las palabras “…si… guardáis… seréis…” seguido por “Todo el pueblo respondió… Haremos todo lo que Jehová ha dicho” (Ex. 19:5,8).

Los tres pactos universales y generales son: el Adánico, el Noeico, y también el Edénico en el sentido de que toda la raza está representada y presente en el fracaso de Adán. Todos los otros pactos se efectúan con Israel o con los israelitas, y son de aplicación primaria a ellos, aunque con bendición final para todo el mundo.

Al explicar la forma en que se cumplen los propósitos de Dios con el hombre, se observan ocho grandes pactos de singular importancia. Dichos pactos son:

el Edénico (Gn. 2:16);
el Adánico
(Gn. 3:15);
el Noeico
(Gn. 9:16);
el Abrahámico
(Gn. 12:2);
el Mosaico
(Ex. 19:5);
el Israelí
(Dt. 30:3);
el Davídico
(2 S. 7:16);
el Nue­vo Pacto
(He. 8:8).

Comentario por el Dr. C. I. Scofield

El arco de la promesa del pacto

«Y sucederá que cuando haga venir nubes sobre la tierra, se dejará ver se dejará ver entonces mi arco en las nubes.» Génesis 9: 14

Justo ahora las nubes son muy copiosas, pero no tenemos miedo de que el mundo sea destruido por un diluvio. Vemos el arco iris con la suficiente frecuencia como para no tener tal miedo. El pacto que el Señor hizo con Noé permanece firme, y no tenemos dudas al respecto. ¿Por qué, entonces, habríamos de pensar que las nubes de la tribulación, que oscurecen ahora nuestro cielo, terminarán destruyéndonos? Hemos de desechar esos miedos infundados y deshonrosos.

La fe ve siempre el arco de la promesa del pacto, siempre que el sentido ve la nube de la aflicción. Dios tiene un arco con el que puede disparar Sus flechas de destrucción; ¡pero vean!, está volteado al revés. Es un arco sin flechas y sin cuerda; es un arco que está colgado como demostración, pero que ya no es usado para la guerra. Es un arco de muchos colores que expresan gozo y deleite, y no un arco ensangrentado por matanzas, o ennegrecido por la ira.

Tengamos mucho ánimo. Dios no oscurece nunca nuestro cielo como para dejar Su pacto sin un testigo; y aun si lo hiciera, nosotros confiaríamos en Él, puesto que Él no puede cambiar, ni mentir, ni dejar de cumplir Su pacto de paz de cualquier otra manera. Hasta que las aguas cubran la tierra otra vez, no tendremos una razón para dudar de nuestro Dios.

Fuente: La Chequera del Banco de la Fe. Traducción de Allan Román